🇻🇪 ☣️ | Caos controlado
El crimen organizado en Venezuela como herramienta narrativa para perpetuar eñ poder del régimen
Destacado Suscriptor,
¡Bienvenidos a una nueva entrega de Destacadas! Hoy nos adentramos en el complejo laberinto de la política venezolana, donde el crimen organizado se convierte en un protagonista inesperado de la narrativa oficial.
En nuestra editorial de hoy, exploramos cómo el gobierno ha tejido una intrincada red de desinformación que vincula a la oposición con figuras del crimen, desdibujando la línea entre adversarios políticos y enemigos públicos. Este enfoque no solo busca desviar la atención de los problemas estructurales, sino que también plantea un desafío monumental para la oposición y la sociedad civil en su lucha por la verdad y la legitimidad.
Así que, acomódense y prepárense para un viaje que no solo ilumina el presente, sino que también nos invita a reflexionar sobre el futuro de Venezuela en este contexto de manipulación y control.
Con afecto,
Equipo Destacadas
En los últimos años, el gobierno venezolano ha demostrado una habilidad notable para utilizar el crimen organizado como un elemento central de su narrativa política. Desde la vinculación de figuras criminales como “El Koki” y “Wilexis” con la oposición, hasta su eliminación en operativos altamente mediatizados, esta estrategia no solo busca controlar el discurso interno, sino también consolidar su poder en un contexto de profunda crisis nacional. Este artículo explora cómo estas acciones responden a una agenda múltiple que combina deslegitimación de adversarios, control territorial y distracción de problemas estructurales. Además, propone una lectura más profunda que interpreta estas estrategias como parte de un ensayo sociopolítico para perpetuar el poder.
El gobierno venezolano ha encontrado en la asociación de la oposición con figuras del crimen organizado una herramienta política poderosa. Al sembrar la idea de que opositores y delincuentes comparten objetivos o intereses, se mina la confianza en las alternativas al oficialismo. Este discurso también genera un impacto emocional significativo, llevando a las personas a cuestionar la legitimidad de quienes desafían al régimen. En el caso de “El Koki” y “Wilexis”, esta narrativa alcanzó nuevos niveles de sofisticación, presentándolos como piezas clave en una supuesta conspiración para desestabilizar el país. La consecuencia inmediata es clara: desviar la atención de los problemas estructurales que enfrenta Venezuela, como la crisis económica y humanitaria, y reforzar la idea de que solo el gobierno puede garantizar la seguridad y la estabilidad.
Además, estas acusaciones permiten justificar una serie de medidas represivas bajo la bandera de combatir el crimen. Operativos policiales espectaculares, allanamientos masivos y detenciones arbitrarias se presentan como respuestas necesarias frente a una amenaza latente. Sin embargo, estas acciones no solo buscan neutralizar a los delincuentes, sino también enviar un mensaje contundente a los sectores opositores: cualquier intento de desafiar al poder será enfrentado con todo el peso del aparato estatal.
En paralelo, el régimen ha utilizado esta narrativa para consolidar su control territorial. Al eliminar a figuras como “El Koki” y “Wilexis”, no necesariamente se busca restaurar el orden, sino redistribuir el poder en áreas clave para que queden bajo influencia directa o indirecta del oficialismo. Este manejo calculado del crimen organizado actúa como una herramienta de gobernabilidad en zonas donde el Estado ha delegado su autoridad a grupos armados.
A nivel internacional, estas acciones también cumplen un propósito. Al asociar a la oposición con el crimen, el gobierno intenta debilitar el apoyo diplomático hacia los líderes antichavistas, erosionando su legitimidad ante los ojos de la comunidad internacional. Además, el régimen refuerza su narrativa antiimperialista, presentándose como una víctima de conspiraciones extranjeras y justificando las sanciones y dificultades internas como parte de un ataque orquestado desde el exterior.
Para profundizar en el análisis, es útil interpretar estas acciones como parte de un experimento sociopolítico más amplio, donde el régimen ensaya tácticas de manipulación narrativa y control social.
El crimen como instrumento político
La utilización del crimen organizado no solo como amenaza, sino como herramienta de gobernabilidad, sugiere una estrategia deliberada para mantener a la población en un estado de vulnerabilidad constante. Este modelo de “caos administrado” asegura que el poder central siga siendo indispensable.
La manipulación del miedo colectivo
Al alimentar la percepción de un enemigo interno y externo constante, el gobierno controla el comportamiento colectivo. La oposición, en este contexto, no solo es un adversario político, sino también un villano necesario para perpetuar esta narrativa de resistencia.
La paradoja del control territorial
Aunque el régimen elimina a líderes criminales, su ausencia deja un vacío que puede ser ocupado por nuevos actores delictivos. Esto sugiere que estas acciones no buscan una solución definitiva, sino perpetuar un ciclo de violencia controlada que justifique la intervención constante del Estado.
Comparación con otros regímenes autoritarios
Un ángulo más amplio también permite trazar paralelismos con otras dictaduras que han utilizado estrategias similares para consolidar el poder. En países como Rusia o Turquía, la construcción de enemigos internos y externos ha sido clave para justificar acciones represivas. Venezuela podría considerarse parte de este ecosistema global de autoritarismos.
En la Venezuela de hoy, el conflicto no es solo político o económico, sino también narrativo. El régimen ha demostrado una capacidad sofisticada para manipular la percepción pública y construir realidades que perpetúan su poder.
Sin embargo, esta estrategia también refleja una debilidad intrínseca: la necesidad de recurrir al miedo y la desinformación para mantenerse en el poder. A largo plazo, esta dependencia podría erosionar su capacidad de gobernar de manera efectiva, dejando al país atrapado en un ciclo de inestabilidad.
Para la oposición y la sociedad civil, el desafío es monumental. No solo se trata de desenmascarar estas narrativas, sino también de construir un discurso alternativo que inspire confianza y promueva una visión de futuro. En última instancia, la capacidad de Venezuela para superar esta etapa histórica dependerá de su habilidad para recuperar la verdad como un pilar fundamental del cambio.
Excelente analisis. Da miedo y rabia al mismo tiempo. Todos unidos es la clave para vencer. El 28 se demostro, somos mayoría!
Un punto de vista interesante que demuestra una realidad compleja..Asi mismo coloca de manifiesto la voluntad politca estremis del gobierno en mantener el poder..Pero tambien coloca en evidencia, la extrama ingenuidad politica de muchos de los adversarios del gobierno, que descalifican a quienes estan en el gobierno y lo minimizan su capacidad de accion pragmatica..Nadie evaluea escenarios y mucho menos hace proyecciones..su prepotencia academica y su ingenuidad politica los hace titeres del gobierno , hay mucha arrogancia en lideres opositores, todos poseen una vision meseanica del poder y como ejercerlo..su negativa a aprender de sus propios errores los hace presa facil del pragmatismo de los liderez del gobierno..Ademas que no analizan descarnadamente el papel de los altos mandos militares y la oficialidad media..no.se dejan asesorar y muchos menos, aceptar sus propios errores..hay soluciones que pasan por el pragmatismo politico..hay que bajarle mucho a las ideologias, se imponen las saluciones practicas de impacto inmediato en la poblacion.